Llevo mucho tiempo dándole vueltas y por fin me he decidido: voy a salir del armario.
Estoy cansada de ocultarme, de confundir a la gente, de no saber a veces qué dirección tomar. Quien no está confundida soy yo, eso está claro. Sé quién soy, aunque no qué rol debo jugar en cada momento.
Te estarás preguntando cuándo voy a lanzar la bomba que te desvele lo que te he anticipado en el título. Sí, ya voy, pero antes permíteme que te cuente algo sobre mí.
Siempre he sido una persona tímida, y una forma de aplacar la introversión ha sido dar fluidez a mis escritos. A través de ellos he creado dos tipos de personajes: los que se parecen a mí y los que son completamente opuestos. En cierto modo, ha sido jugar a ser otras personas.
Estuve fingiendo algo así durante la adolescencia: tratando de ser lo que se esperaba de mí o lo que me habría gustado ser.
Pero eso se acabó hace mucho tiempo.
La elección de un seudónimo
Sin embargo, consecuencia de ese empeño por cubrirme con máscaras o trajes que me venían o muy grandes o demasiado pequeños, he arrastrado la manía de cambiarme el nombre, como si eso me diera fuerzas para afrontar la vida desde otra perspectiva, un poco ajena a quien soy en realidad.
Es por eso que casi siempre he firmado con seudónimo.
No, no me llamo en realidad Lluvia Beltrán, aunque si me sigues con asiduidad o desde hace tiempo tal vez ya lo suponías.
Me bautizaron con otro nombre, y por si lo estás pensando: no es que me desagrade, es solo que no es el que yo he elegido.
Llamarme Lluvia Beltrán sí fue mi elección.
Pero después de tantos años respondiendo a mi nombre original, ¿cómo acostumbrar a los demás al cambio?
Lo adopté como seudónimo. Y no solo eso, para mí se convirtió en una especie de mantra.
Me resultó difícil encontrar el nombre adecuado, no te creas, pero cuando vi la luz al final del túnel me encontré como pez en el agua. El nombre me quedaba como un guante, el disfraz por fin era de mi talla.
Al principio quise crear un personaje alrededor del nuevo apelativo, ya que a muchos escritores les estaba funcionando en las redes sociales: creaban un halo de misterio, generaban expectativas, y parecía que a la gente le encantaba.
La escritora misteriosa
A mí no me funcionó. ¿Quieres saber por qué?
Porque en el fondo nunca pude dejar de ser yo. Fue entonces cuando me di cuenta de que el problema no estaba en la talla de los disfraces, o en la calidad de las máscaras, sino en que yo no sé fingir. Siempre he sido de la misma manera, aunque haya ido evolucionando con el tiempo, aunque haya ido cambiando (la gente te cambia, al igual que la experiencia), aunque no haga más que cumplir años y sumar vivencias.
Así que lo tuve claro: iba a ser yo misma, aunque con seudónimo. En el fondo sentía que usar otro nombre me protegía de… no sé… me protegía. Punto.
Quise mantener, eso sí, una suerte de anonimato. Pero no pude ampararme en las redes por mucho tiempo: en cuanto tomé la decisión de publicar mis novelas y la editorial Algón se convirtió en mi trampolín, no me quedó más remedio que abrirme a mi entorno y decir: “que sepáis que yo soy Lluvia Beltrán”.
Aceptado con más o menos reticencias (a mi familia aún le resulta extraño cuando la gente me llama así), no cejé en mi empeño de hacer carrera con mi nuevo nombre. La publicación de “Fotografiar la lluvia” fue mi bautismo particular. Y hasta hoy, me resisto a abandonar mi apelativo.
Los problemas derivados de usar seudónimo
Desde hace una buena temporada se me ha planteado algún que otro dilema, y todos están relacionados con la evolución en mi carrera profesional. He encontrado mi verdadera vocación, la escritura, por eso he querido seguir ese camino y buscar alternativas al oficio de escritor de ficción. No sé por qué he tardado tantos años en descubrir que debía seguir esa senda, supongo que eso ya no importa. Lo verdaderamente importante es que estoy reconduciendo mi trabajo. Por eso en su momento cambié mi web para ofrecer una serie de servicios, todos ellos bajo el nombre de Lluvia Beltrán.
Pero cuando me encargaron el primer trabajo me encontré con un gran dilema: ¡la facturación!
¿Cómo facturar si no existo?
Bueno, sí que existo, me refiero a lo legal: en mi DNI está mi nombre real, el de nacimiento. Y no tengo intención de cambiarlo, no me malinterpretes. No renuncio a mi árbol genealógico, solo es cuestión de darme forma a mí misma.
Volví a tomar una decisión importante: Lluvia Beltrán sería mi marca personal como escritora, y el resto de servicios los ofrecería con mi nombre “bautismal”. De este modo, además, no mezclo mi perfil como escritora con mis trabajo profesionales de corrección y redacción digital.
¿Cuál es el problema, entonces?
Promoción recíproca
Desde mi perfil “real” estoy dando a conocer el nombre de Lluvia Beltrán, promocionando mi web y mis novelas. Pero no sucede lo mismo al contrario. Sea por miedo, por prevención o porque no he querido romper la magia que me proporciona a nivel personal mi seudónimo, me he resistido a mostrar quién está detrás de mis fotos, mis publicaciones, mi nombre artístico.
Y me he dado cuenta de que es necesario contarte quién soy, aunque no sea nadie diferente a quien escribe en esta web o maneja mis redes sociales. En cualquier caso soy la misma persona. Aun así, voy a salir del armario de disfraces.
Hola, me llamo Virginia Torres. Soy periodista de carrera y escritora de oficio. Actualmente me dedico a la redacción digital y la corrección profesional. Aparte, escribo y publico novelas y relatos bajo el seudónimo de Lluvia Beltrán.
Encantada de conocerte.
Tal vez esperabas por el título del post que te hablara de mi orientación sexual. Espero no haberte decepcionado.