Hace unos días estuve hablando con mi amigo David Orell (Kassius9) acerca de una novela que escribí hace ya unos cuantos años y que permanece guardada en un cajón (además de en un CD como formato word, claro). Este recordatorio vino por los consejos que había leído en el blog de Javier Pellicer acerca de escribir y no desanimarse aunque tu novela fuera rechazada por diversas editoriales, la conclusión era escribir y escribir para seguir evolucionando y mejorando como escritor/a (por cierto es un post muy interesante sobre por qué las editoriales rechazan nuestras novelas, os animo a leerlo). David me sugirió hacer un post sobre esos escritos que nunca llegan a ver la luz, y me pareció buena idea.
La novela de la que hablé con él tiene alrededor de catorce años, es de corte juvenil y tuvo hasta sus lectores beta porque en su momento me planteé enviarla a editoriales para “probar suerte”. Por fortuna, no lo hice. Digo por fortuna porque tal vez no era el momento, o quizás sí, de hecho nunca lo sabré. El año pasado, tras recibir el ok para publicar Fotografiar la lluvia, recuperé el archivo de aquel viejo manuscrito para releerlo y realizar una autocrítica, y ésta resultó ser demasiado destructiva (de ahí el “por fortuna” que he añadido antes). Llegué a una conclusión antes de intentar siquiera leerla entera, y es que tendría que reescribirla y retocarla si me planteara hacer algo con ella.
Sin embargo, hay dos pegas a esta última afirmación. La primera de ellas es la enorme pereza que me da sólo pensar en reescribir la historia de nuevo. Y la segunda es que creo que cada manuscrito, relato, novela, etc. tiene su momento y sus circunstancias; es decir, cuando escribí aquella historia lo hice en una época concreta de mi vida, bajo unas circunstancias, con unos ideales y un ambiente que, años después, obviamente ha cambiado. Es por esto que a pesar de que considere que habría que mejorar muchos aspectos del manuscrito, rehacerlo sería “pervertir” en cierto modo el sentido y el camino por el que lo quise llevar en aquella época de mi vida. Aquí es cuando me sobreviene la pregunta de si merecería la pena, entonces, trabajar sobre algo que tiene tantos años. ¿Es mejor mantenerlo guardado como algo anecdótico que me permitió ejercitar la escritura?
Supongo que depende de muchos factores, por ejemplo de si existe el empeño en sacar la historia a la luz, o el intento de darle una oportunidad, incluso una especie de guiño a ese pasado, a ese estilo juvenil. En mi caso, no tengo un empeño especial en tratar de publicarla, si acaso sería una segunda oportunidad a nivel personal para recuperar una historia que en su momento fue especial y bonita para mí, y que creo que significó un antes y un después. Por eso creo que aunque me lanzara a reescribirla, sería para guardarla de nuevo, o como mucho editarla como curiosidad.
Pero éste es mi caso, el de esta novela en concreto. Existen muchos otros manuscritos, sobre todo relatos, que me gustaría recuperar para compilarlos en un volumen, o incluso para retocarlos y mejorarlos. Quizás de alguno de ellos podría resurgir otra historia interesante, quién sabe…
Estoy segura de que muchos de vosotros también tenéis historias escritas, terminadas o no, guardadas en un cajón o en algún disco duro. ¿Qué opináis al respecto? ¿Esas historias tienen que seguir guardadas como si fueran ejercicios de escritura? ¿Creéis como yo que cada escrito tiene su momento?
Comparto lo que dices, cada historia tiene su circunstancia, momento, época… Aunque estoy seguro de que ese manuscrito, a su manera, es de lo más bello.
No sé si de lo más bello, pero desde luego me trae recuerdos muy bonitos de aquella época 😉
Qué buen artículo Lluvia, la verdad es que cuando te lo sugerí no me podía imaginar ni por asomo que fueras a redactarlo.
Y tras la lectura, repito que estoy de acuerdo contigo. Hay textos que pertenecen a una época, a un tiempo determinado de nuestras vidas que nos llevó a escribir esas ideas, aunque luego se quedaran en el cajón.
Más de una vez pienso que esos textos no es que se queden sin vida, sino que su vida se queda germinando como la semilla del Bambú.
Puede que más adelante le encuentres su lugar en el paraíso de los libros.
Besazos!
Todo manuscrito debería pasar un tiempo en el cajon. Antes, cuando eran las editoriales quienes tomaban siempre la última decisión, era más raro encontrar bodrios infumables, pero con la facilidad de las nuevas tecnologías debería ser el autor quien pusiera la autocrítica. Amazon esta plagado de libros que nunca deberían haber visto la luz. Incluso en el top.
María, por un lado estoy de acuerdo contigo, pero por otro también pienso que a veces lo que a unos nos parece un bodrio a otros les gusta. Lo peor que yo encuentro es que muchas de las obras que se suben a Amazon están descuidadas, sin corregir, como si fueran primeros manuscritos, y no hay nadie que controle eso. Más que autocrítica, que tiene que haberla de primeras, también añadiría que muchos autores deberán molestarse en buscarse lectores beta e incluso alguien que le pegue un repaso a la gramática.
Gracias por pasarte y comentar. Un abrazo 🙂