Últimamente estoy tratando de recuperar el hábito de pasear con mi bicicleta. Hace pocos años la utilizaba para ir a trabajar, pero ahora esto no me es posible por tema de horario y es por este motivo por el que he tenido demasiado tiempo mi bici “olvidada” en la terraza de mi piso. Eso y la pereza, claro.
Ahora la cosa empieza a cambiar. La campaña que se está realizando este mes de abril para un uso diario de bicicleta por la ciudad me ha animado a desempolvar la mía y tratar de darle uso si no a diario al menos sí con frecuencia.
En uno de estos paseos fui en pareja a través del carril bici de Palma hasta un parque, y al rodearlo, nos cruzamos con un señor bastante mayor, también subido en una bicicleta, que nos gritó: “¡la bici es salud!”. Me hizo mucha gracia este detalle y al mismo tiempo me proporcionó un chute de energía. Cuánta razón tenía (tiene) este hombre, porque están científicamente demostrados los innumerables beneficios que pedalear aporta a nuestro organismo, tales como el fortalecimiento del corazón y de la espalda además de diversos músculos o incluso el refuerzo del sistema inmunitario.
Sinceramente, no soy una persona muy disciplinada, no salgo a correr ni hago deporte en general aunque debería ponerme más en forma, y es cierto que cada vez que cojo la bici me siento mucho mejor no solo a nivel físico sino también en lo psicológico. No me veréis como runner, que parece que es “la moda”, o un must como dirían muchos, porque no me gusta correr, pero sí salir a caminar o pedalear. Y quiero seguir pedaleando, porque la bici es vida y es salud.