Nunca he sido muy amiga de los libros tipo “autoayuda” que pretenden enseñarte un camino a seguir, que realmente te dicen lo que quieres oír, que te aconsejan cómo ser más feliz. Siempre he pensado que puedes poner en práctica sus teorías un día, dos, tres… y al cabo de poco se te empiezan a olvidar, al fin y al cabo comienza a resurgir nuestro yo real, nuestra forma de ser, que echa por tierra lo que estamos tratando de cambiar a base de propuestas ajenas y comunes para todos, seas como seas.
De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda el asesoramiento a través del coaching, una especie de entrenador personal que mediante reuniones en grupo o sesiones individuales trata de aconsejarte, redirigirte, ayudarte a desarrollarte o a potenciar tu marca personal, etc. Una amiga mía se refiere a ellos como “charlatanes”. Lo sean o no, lo cierto es que se trata de personas con una labia y una facilidad para empatizar tremendas, y a través de sus metodologías de ayuda consiguen conectar contigo y en muchas ocasiones orientarte y aclarar tus dudas (sean éstas existenciales o profesionales).
Yo no tengo nada en contra de los coach, de hecho en este post no pretendo criticar ni defender esta profesión (¿de creación reciente?), pero sí que creo que es muy importante, o al menos lo es para mí, destacar que tenemos que tener cuidado con qué servicios contratamos o por quién nos dejamos asesorar. En mi opinión, si alguien quiere orientarme o aconsejarme, necesito saber que habla bajo la propia experiencia; es decir, siento que no me sirve de nada que alguien trate de encaminarme si ese camino nunca lo ha pisado. Esto mismo puedo aplicarlo al tema de los talleres literarios. Necesito que quien me aconseje sepa realmente de lo que está hablando porque lo ha vivido. Para que me entendáis, ¿es realmente efectivo que alguien trate de enseñarte la mejor manera de promocionarte en las redes sociales si apenas tiene presencia en la red? (es sólo un ejemplo al azar).
En internet podemos encontrar muchos ejemplos de este tipo de personas que ofrecen sus servicios online. Supongo que en el coaching, como en casi cualquier profesión, hay mucho intrusismo. Os aconsejo leer sobre este mismo tema este post de Carme Fernández, en el que se queja precisamente de este asunto.
Ayer mismo asistí a un taller sobre Personal Branding y precisamente lo que más me gustó y me ha servido como referencia es el hecho de que la coach completara cada pauta con su propia experiencia al respecto. No sé si será su táctica o no, pero lo veo necesario para generar confianza y dar credibilidad al discurso. Lo demás me parecen charlatanerías, teorías que podemos encontrar en la red sin necesidad de contratar a alguien que te las diga, o libros que intentan sentar una base sobre quienes no somos realmente.
¿Qué opináis?
Desde hace unos años se ha puesto de moda eso de aconsejar: cómo vender tu negocio en internet, 10 consejos para hacer más visible tu web, 7 maneras de conseguir seguidores, personal shopper, y así un montón.
Es cierto que a veces uno necesita otra opinión, pero de ahí a que te digan lo que tienes que hacer y que encima cobren por ello… No lo sé, para mí son “vendebiblias, vendemotos o vendehumos” elige el nombre que más te guste.
Sí, yo pienso lo mismo. El tema es que mucha gente, tal vez demasiada, necesita que le guíen porque se sienten perdidos, y están dispuestos a pagar por ello; el problema es que para uno bueno que realmente ayude, hay un montón que sólo vende humo…
Besos, morena
Estoy completamente de acuerdo contigo. Que fácil es hablar pero si tú no has pasado por aquello en lo que pretendes ayudar todo se quedará en agua de borrajas. Biquiños!