Para la mayoría de los escritores, o de aquellos que disfrutan escribiendo, llega un momento en el que uno se plantea qué hacer con esos folios, esos documentos, todas esas historias, todo ese talento. Creo que la mayoría hemos empezado a escribir por placer, por desahogarnos, por dejar fluir nuestras frustraciones (o nuestras alegrías), o por tantos otros motivos. También porque necesitamos canalizar la creatividad. Y lo que empieza siendo un hobby acaba por formar parte inherente a nuestras vidas.
“No puedo vivir sin escribir”.
¿A ti te pasa lo mismo?
La autopublicación como sinónimo de evolución
La mayoría de autores sueñan con ver sus escritos publicados de forma tradicional, es decir: a través de una editorial. Sobre todo los más mayores (¿adultos?, ¿viejunos?), que hemos vivido la era pre-internet, aquella en la que para ciertas cosas, como publicar, dependías de terceros y tenías que pasar un filtro. Hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, sectores como el editorial han cambiado a pasos agigantados. Pero en muchos escritores persiste la idea clásica de lanzarse a la búsqueda de editoriales que quieran publicar sus historias. Que conste que eso también ha mejorado gracias a internet: ahora podemos encontrar más información sobre los catálogos de cada empresa (géneros, tipos de lector, edades, temáticas…), y seleccionar mejor dónde creemos que puede encajar nuestro libro. También podemos encontrar a través de la red consejos sobre cómo enviar nuestro manuscrito y presentarnos.
Nuevas plataformas de autoedición, más oportunidades
Los más jóvenes, y también aquellos que han sabido aprovechar desde un principio las bondades de la nueva era tecnológica, han descubierto un filón: la gran oportunidad que ofrecen plataformas como Amazon, Lulu o Wattpad. Y es que en los últimos años se han multiplicado las páginas o redes a través de las cuales podemos editar de forma digital (sobre todo) o en papel nuestras obras, muchas de estas plataformas incluso clasifican por género, para asegurarnos poder llegar a los lectores potenciales.
Cansados de esperar respuesta por parte de las editoriales, o sin tan siquiera plantearse la posibilidad de contactar con alguna, muchos autores ahora se lanzan a la aventura de ser ellos mismos una suerte de hombres o mujeres orquesta. Ya no podemos limitarnos solo a escribir, también hay que pensar en cómo vamos a maquetar nuestro documento, qué portada y qué sinopsis pueden enganchar a los lectores, qué estrategia definir para darse a conocer, cómo expresarse en redes sociales y en cuáles de estas tener perfil, y un largo etcétera.
Así, hoy en día cualquiera puede publicar. No pretendo utilizar un tono despectivo en este sentido, todo lo contrario. Porque por fortuna hoy es muy fácil publicar un libro, lo realmente complicado es hacerlo bien.
No te relajes en la autoedición
Las plataformas que facilitan la disponibilidad digital o incluso en papel (impresión bajo demanda o POD) nos dan el medio pero no distinguen contenido. Así, un libro puede ser más o menos bueno en cuanto a temática o técnica pero ser un desastre en otros temas como maquetación u ortografía.
Estos aspectos se han dejado bastante de lado por algunos autores, muchos por inconsciencia y otros porque confían en su buen criterio tanto ortográfico como estético. Pero, ojo, por muy buenos que seamos en gramática, fallos los tenemos todos, y a veces nuestra mente no detecta los errores: hacemos una lectura correcta precisamente porque conocemos nuestro texto a la perfección.
Con esto quiero decir que nunca está de más poner nuestro manuscrito en manos de profesionales. Aunque nuestro presupuesto sea limitado, debemos intentar pedir segundas (y terceras) opiniones. Al igual que buscamos lectores beta, tenemos que estar abiertos a que alguien “meta mano” en nuestro manuscrito, para corregir la ortografía y, por qué no, también el estilo, y qué decir de la maquetación o el diseño de la portada.
Si eres escritor, o has escrito algo (ficción, manual técnico, poesía, artículos…), imagina qué pasaría si un lector potencial se hace con tu obra y encuentra diversos errores que le chirrían. Como se suele decir: “nunca hay una segunda posibilidad para causar una primera buena impresión”. Puede haber errores gramaticales, ortográficos o de maquetación que den la sensación de dejadez más que de descuido. Puede estar muy bien lo que hayas escrito en cuanto a lo que cuentas, pero el estilo, la técnica y la presentación también dicen mucho de ti. No dejes que los lectores se pierdan tu trabajo por algo así. Merece la pena que te tomes el tiempo necesario para que tu libro brille, más aún si quieres que tu nombre empiece a destacar de algún modo, o como poco “a sonar”.
Por eso, si te has lanzado a la aventura de la autoedición, no te precipites, revisa cuantas veces sean necesarias tu manuscrito, analiza concienzudamente aspectos tan importantes como la portada o la sinopsis, y presta igual atención a la maquetación final del libro. Asunto aparte es la promoción, para la cual se necesita otro tipo de planificación y una buena estrategia. Pero espero que eso no te eche para atrás. Hay escritores a los que se les da muy bien venderse, los que piden ayuda externa, los que van probando o los que no hacen nada. Sea cual sea tu caso, espero que la promoción sea un aliciente, un añadido, y no merme nunca tus ganas de escribir, ni tu tiempo para ello. Planifícate y disfruta de exponer tu libro, porque no hay mejor embajador de tu trabajo que tú mismo.