Hoy me ha llegado un paquete. En realidad se trata de una devolución: uno de los manuscritos que envié a una editorial conocida. Lo que me ha sorprendido es que el paquete no estaba ni abierto, la editorial no se ha molestado en ver lo que había recibido. He supuesto que no están dispuestos a recibir manuscritos. El cartero, por su parte, me ha insinuado que era extraño que no pusieran el motivo de la devolución. «En fin… supongo que es que no les interesa», le he dicho yo, como si él hubiera sabido que dentro de aquel sobre estaba mi última novela.
En un principio no le he dado mayor importancia. Pero después he pasado por tres fases: primero me ha entrado desazón, a continuación frustración y, por último, he sentido rabia.
No sé si alguna vez has pasado por algo así. Pones toda tu ilusión en tu último trabajo y sientes que te ningunean, o que nadie es capaz de ver lo maravillosa e imprescindible que es tu historia.
¿Nos pasa a todos los escritores igual?
A ver, no es que crea que mi última novela es imprescindible, pero es verdad que, como a todos, me gustaría que alguien le diera una oportunidad. Alguna editorial, vaya, y por ende: los lectores. Y ya se sabe que cuanto más conocida la editorial, más promoción y, por tanto, se llega a más gente. Gente a la que parece imposible llegar de otro modo.
Sale a relucir la vanidad del escritor: ¡con lo que yo valgo! Pero tenemos que reconocer que somos un nombre «común» para las editoriales. Si mi nombre fuera reconocido, o si tuviera «la suerte» de llamarme como alguien de la TV, o algún famosete, seguro que me habrían hecho caso, o por lo menos habrían abierto ese paquete pensando que es de… de quien no es en realidad.
Vanidad…
Esa ha sido mi fase de rabia, la que ha sacado a relucir la escritora arrogante que llevo dentro.
¿Tú también eres así? Es que es lógico…
En realidad yo no soy tan vanidosa. Creo que soy consciente de mis limitaciones, no me considero una escritora modelo ni que mis obras sean mejores que otras (aunque un poco sí que hay que creérselo, porque al fin y al cabo tienes que defender tu trabajo). Me gustaría llegar a más lectores, eso sí, y que mis novelas circularan por las librerías. No pretendo ser famosa, solo poder decir «¡soy escritora!» con la boca grande y sacando pecho.
Pero soy un nombre más (un seudónimo para ser más exactos) para esas editoriales.
Así que hay que currárselo, eso lo tengo muy claro. Hace tiempo que soy consciente de que se ha acabado el tiempo en el que los escritores se limitaban a escribir su obra, enviarla después a diferentes editoriales y quedarse esperando una respuesta. Ese tiempo pasó, como decía, y ahora los escritores somos como hombres orquesta: escribimos la obra y tenemos que currarnos la promoción, consigamos que una editorial nos la publique o no. Además, tenemos muchas más opciones que antes, y no me refiero solo a las redes sociales sino también, y lo que es muy importante, a las plataformas de autopublicación.
¿Auto… qué?
Sí, ya sabes, esas plataformas donde puedes subir tu manuscrito (novela, relato, poesía, ensayo…) para que los lectores lo compren o descarguen, sin depender de editorial alguna o distribuidora. También hay que currárselo, no resulta tan fácil, pero al menos no dependemos tanto de terceros, ni nos llevamos esos chascos como el que he tenido yo hoy.
Cada vez parece más difícil que una editorial se fije en nosotros, no solo las más conocidas sino también las independientes. No tenemos que conformarnos ni tirar la toalla.
Crees que no eres nadie pero sí que lo eres. Y si tu ilusión es publicar y dejar de ser un nombre anónimo, si quieres que te lean, lucha por llegar hasta los lectores.
Alguien me aconsejó una vez: «no tires la toalla, la gente tiene derecho a leerte». Eso me gustaría decirte a ti también.
En cuanto al paquete sin abrir que he recibido, me lo puedo tomar de dos formas: tengo mi manuscrito bien encuadernado por si me apetece leerlo en papel de nuevo, o voy a darle una oportunidad a otra editorial de que descubra lo que tengo que contar.
Ahora ¿qué me aconsejas tú a mí?
¿Por qué una devolución? ¿Por qué pensar que nadie se ha molestado en leerlo?
Es mejor pensar que la dirección estaba equivocada, o que han cambiado de oficina, que el paquete se puede entregar hasta cierta hora, que el cartero no ha encontrado el sitio…
Yo no creo que una editorial no recoja un paquete.
Si fuera tú, llamaría para preguntar la dirección correcta y a quién debe ir dirigido el envío.
Ánimo y a seguir.
Las editoriales “grandes” suelen indicar en su web que no aceptan manuscritos no solicitados, y en este caso se trata de una especie de “subeditorial”, o de una línea editorial específica dentro de otra más grande. Es extraño el tema de la devolución sin abrir, pero bueno.
Gracias, morena. Besos.