Me miro en el espejo y sólo te veo a ti, ya no soy capaz de diferenciar mi propio reflejo. Siento que todo lo que soy te lo debo, tú me has hecho así, y ahora no soy capaz de encontrar mi lugar en el mundo. He huido durante demasiado tiempo de tu recuerdo, tratando de darle esquinazo, pero todos los esfuerzos han sido en vano. Ahí estas, observándome a través de mis ojos, sonriéndome con esa picaresca, diciéndome que jamás podré escapar de ti.
Si cierro los ojos aún puedo ver tu cuerpo desnudo, lo recorro con la mirada, deleitándome con cada poro de tu piel, cada forma, cada recoveco, y busco tus ojos en todo este mar de sensaciones, añoro tu boca y tu voz, sobre todo tu voz. El tiempo ha hecho que todo se evapore levemente y que los recuerdos se transformen en añoranza y en dolor. Tu recuerdo me duele, cada día, por mucho que trate de evitarlo no puedo deshacerme de ti.
Al anochecer me siento frente a la ventana y observo las luces de esta ciudad moribunda, las calles están vacías y muertas sin tu risa, los colores se han transformado en un gris plano que no me deja ver los rostros de la gente, me fundo con el ritmo acelerado del ir y venir de transeúntes, me convierto en una sombra más, sin forma ni rasgos. Y ahora observo las luces mientras me llevo un cigarro a los labios e inspiro ese aroma que me traslada a los días en los que la nicotina calmaba nuestros cuerpos extasiados. Tú me mostraste este vicio a través del olfato y ahora no puedo dejar de inhalarlo, su sabor se funde en mi boca con el alcohol que soy incapaz de rechazar, sólo esa mezcla es capaz de parar el tiempo y ayudarme a mantener la mente en blanco.
Sin embargo, ahora el alcohol y el tabaco no ayuden a que aleje tu imagen de mi cabeza, he vuelto a soñar contigo y eso ha removido mi alma. En la soledad de mi piso, bebiendo, fumando, observando las luces y los tejados de una ciudad sombría y gris, me doy cuenta de la amargura que aún prevalece en mi interior, tan latente, a veces oculta a la espera de reaparecer en el momento menos adecuado.
No quiero acordarme de ti, y sin embargo me acuerdo. Pensaba que había dejado de amarte, pero cada día busco a alguien que se parezca a ti para tener la oportunidad de fantasear con esa falsa imagen, tratando de saborear un cuerpo que no es el tuyo bajo un manto de engaño propio. Sé que no eres tú, no volverás a ser tú, pero te sigo buscando aunque no quiera.
Apuro la última gota de alcohol de mi vaso y apago la colilla del último cigarrillo, me vuelvo a mirar en el espejo y nuestra imagen se desvanece como vapor de agua. Nunca más, pero yo siempre.