Hace poco leí de forma casi consecutiva dos artículos acerca del nuevo perfil del escritor, uno en el que se recalcaba lo llorones que nos hemos vuelto (los autores), siempre quejándonos por tener que ser multitask; y el otro, renunciando a todo lo que implica todo eso del marketing de contenidos y abogando por volver a escribir con naturalidad, sin tanto SEO ni tanta historia.
Que sí, que ya lo sé, que todo evoluciona y ahora los autores no podemos limitarnos a crear historias, plasmarlas en papel y pulirlas. Ahora tenemos que cuidar las redes sociales, tener una web, actualizar con frecuencia, estar presentes, ser constantes, crearnos una suerte de marca personal, definir cómo vamos a mostrarnos ante los demás, decidir si queremos mantener un semianonimato (con toda la dificultad que eso conlleva), colaborar en otros blogs, subir fotos (bien cuidadas, por cierto), escribir un buen mensaje en ellas, y… no sé si me dejo algo… ¡ah, sí! Que ya si eso, si nos queda algo de tiempo, podemos detenernos a imaginar nuevas historias, dar forma a los personajes, ponernos a escribir, corregir, corregir y corregir, y decidir si nos embarcamos en la aventura de la autopublicación o probamos suerte con las editoriales tradicionales. Y todo ello sin procrastinar, que está muy feo.
No sé si me dejo algo.
Pero mira que eres llorona, Lluvia Beltrán
¿Estoy llorando? Supongo que sí, pero estoy segura de que me entiendes, seas escritor, pintor, comiquero, actor… no sé, que quieras promocionar tu trabajo, vaya. Tenemos todo el derecho a quejarnos.
Ahora se lleva (desde hace un tiempo) el buenrollismo (perdón, el good mood) y las listas de consejos para escribir mejor, perder el menos tiempo posible, aprender a organizarte y, cómo no, los post para concienciar de que debes quejarte menos y ponerte más las pilas.
Eso si te da tiempo a leer todos esos artículos, claro.
Yo no sé si te has dado cuenta, pero en este mismo post estoy utilizando algunas de las técnicas que aconsejan para promocionar.
En fin…
A tomar por saco todo, por ser fina
En el post-protesta acerca del SEO y la redacción de contenidos al que hacía referencia al principio (que por cierto, está escrito por un tal Nicholas Avedon, y lo comparto aquí porque creo que merece la pena ser leído), se habla de lo que nos condiciona el estar constantemente pensando en estrategias y en gustar a los lectores, eso si hemos conseguido encontrar a nuestro lector ideal (por ejemplo, yo no sé si tú lo eres, porque aún no he conseguido crear la estrategia adecuada para averiguarlo…), lo cual no es posible a no ser que hayamos hecho una buena campaña de marketing acompañada de una monitorización y un estudio analítico de las visitas a nuestra página web.
Vaya, he vuelto a escribir un párrafo hiperlargo. ¡Error! Voy a ser penalizada.
El caso es que ese post me hizo pensar. Por ejemplo, el tal Avedon se queja de que ha acabado escribiendo ciberpunk sin ser realmente lo que a él le gusta, o yo lo he entendido así. En mi caso, me he colgado la etiqueta de escritora de distopía cuando llegué a este subgénero sin saber ni lo que era, ni que tenía un nombre. ¿Escritora de ciencia ficción yo?
Te voy a hacer una confesión: nunca me ha gustado la Ciencia Ficción. Tal vez porque siempre la he asociado a sociedades futuristas alienígenas y a naves espaciales. Sí que me gusta la distopía, y mucho, pero la que tiende a ser más realista, sin tanto artificio ni tanta tecnología. También me gusta el ciberpunk, porque muestra lo mala malísima que puede ser esa tecnología. Por eso me colgué también esa etiqueta; y, oye, que de todos modos no se me da nada mal, creo que pude demostrarlo con mi relato Estela.
Sin embargo, tengo que ser realista, y valga la redundancia, porque siempre he sido escritora de realismo. Y sé que no es solo lo que se me da bien sino también lo que me gusta. Y que por eso mismo encontré mejor acogida de Fotografiar la lluvia que de Neurogénesis, aunque esta última, y no es por echarme flores, me quedó muy currada, me hizo sentir orgullosa de haberme arriesgado y haber escrito distopía a conciencia.
Quiero escribir
Permíteme que siga llorando, y de paso voy a parafrasear a Avedon (si te lo menciono tanto es porque su post me ha calado hondo): escribo porque necesito escribir, escribo porque estoy muy jodida y escribir me ayuda a expulsar mis monstruos internos. Y todo eso de las estrategias, de la visibilidad en redes sociales (aunque estas me encantan, no lo voy a negar), de tener que utilizar palabras clave y tener que medir cada cosa que escribo, así como tratar de gustarle a todo el mundo, todo eso me distrae de lo que realmente quiero hacer.
Por ejemplo, me ha pasado con mi último manuscrito…
Cada vez que le hablo a alguien de la última novela a la que le he puesto el “fin”, siempre digo que es complicada, que trata temas que pueden no gustar; pero al mismo tiempo creo que he sido demasiado blanda con ella. ¿Por qué? Pues porque he silenciado a mi demonio interior, a ese que me decía “escribe lo que te dé la gana, escribe para ti”. Porque en el momento en el que , aunque no quieras, escribes para que te lean, corres el riesgo de autocensurarte. Y mi novela podría haber sido más dura, si total no la escribí para ser leída; pero estoy orgullosa igualmente de ella, tanto que me gustaría que viera la luz.
Pero ese es otro tema…
Un comentario en «Escritor, no seas llorón»