Basta encender la TV para que los pelos se nos pongan de punta mientras escuchamos las noticias, o quizá lo que te horroriza (como a mí) es el tipo de programas que se emiten de unos años a esta parte (hay muy pocos que me gusten). Si siguiera hablando en este artículo de lo que nos turba de la realidad cotidiana o de los medios de comunicación, el título bien podría ser el de una película de Antena 3.
Pero no, no es de nada de esto de lo que pretendo hablarte en este post, aunque lo haya arrancado apelando a nuestro horror ante los últimos acontecimientos (lleva esta afirmación a tu terreno, a lo que más te esté inquietando últimamente).
Como este blog desde el principio ha sido muy personal y he intentado siempre enfocarlo al mundo de la literatura, o en su defecto la cultura en general, el título que precede al artículo tiene mucho que ver con algo a lo que llevo dándo vueltas desde hace tiempo, y que es el mundo de los géneros literarios y las etiquetas. En concreto en lo que se refiere a mi estilo.
Cuando empecé a escribir, primero cuentos y a continuación novelas, me caracterizaba por el estilo realista (o contemporáneo). Pero con el paso de los años, así como mis gustos como lectora han ido cambiando, paralelamente también lo ha ido haciendo la temática de mis historias. Aunque nunca sin dejar a un lado la parte realista. Creo que al igual que mientras vamos superando las diferentes etapas que caracterizan a un ser humano, como la niñez o la adolescencia, y, por ende, nuestros pensamientos, sentimientos y opiniones evolucionan o simplemente cambian, el estilo de un escritor también evoluciona. Vale, esto es de perogrullo: todo escritor lucha por pulir su estilo y mejorar día a día. A lo que me refiero es que en la mayoría de los casos el estilo que caracteriza a quien escribe cambia sobremanera y sin que nos demos cuenta, evoluciona según vamos madurando, aunque el género literario de nuestras historias sea siempre el mismo.
Muchos escritores se encasillan en una temática, un género o subgénero, porque es sobre lo que más les gusta escribir, lo que les inspira, con lo que se sienten identificados. No lo digo como algo peyorativo, realmente es bueno encasillarse porque eso te ayuda a conocer mejor a tu lector, llegar hasta él y, lo más probable, gustarle. También ayuda a que tengamos más claro cómo evolucionar, dónde mejorar, qué tenemos que pulir. Así, pues, acotar nuestra categorización en literatura es bueno en muchos sentidos.
Sin embargo, quizá porque a mí continuamente me gusta llevar la contraria, tenga o no razón (mi padre me decía a menudo que siempre tengo que «quedar encima como el aceite»), mi empeño durante muchos años ha girado en torno a ser una escritora versátil, con todo lo que eso conlleva. Lo peor: estar un poco perdida con respecto a quién es mi lector potencial.
¿Por qué versátil? En principio, por imitación. Ya lo he explicado alguna vez: desde muy joven una de mis escritoras fetiche es Rosa Montero, quien es capaz de escribir una muy buena novela sin encasillarse en un género en concreto. Me han maravillado libros suyos como Historia del rey transparente (género histórico, que no suele gustarme), Temblor (género fantástico, que tampoco es santo de mi devoción), Lágrimas en la lluvia (distopía), La ridícula idea de no volver a verte (biografía de Marie Curie entremezclada con relatos autobiográficos de Montero), La hija del caníbal (misterio) o Instrucciones para salvar el mundo (realista).
Escribir como nuestro autor de cabecera es una quimera, soy consciente de ello, pero es bonito tener un ejemplo a seguir que nos guíe y nos motive. Es como tener un listón visible y físico que no deja de estar cada vez más alto, y tenemos que seguirlo sin rendirnos. Por cierto, si tu escritor fetiche es accesible, te animo a que le hagas saber lo que supone su ejemplo para ti. ¿No crees que es bonito que alguien reconozca y admire tu trabajo?
Volviendo a lo de ser versátil… Este empeño me ha generado muchos dolores de cabeza pero nunca he cejado en el empeño. Sin embargo, te reconozco que mi versatilidad se reduce a unas pocas temáticas, porque hay géneros que no se me dan bien o simplemente no me atraen o motivan. Como ya te adelantaba antes: el histórico o el fantástico se escapan de mis ambiciones, también el chick lit, el erótico o el infantil.
Pensándolo bien, decir que en los últimos tiempos me muevo más entre el realismo, la distopía y el ciberpunk, casi siempre desde una perspectiva de género, no se consideraría ser versátil.
¿Qué hago: borro todo lo que he escrito antes? No…
Lo que me interesa es que conozcas mis antiguas intenciones a la hora de evolucionar. Y digo «antiguas» porque, como ves, empiezo a acotar mi estilo.
Y aquí es donde te explico el porqué del título del artículo.
Buscando un género que pudiera definirme, un buen día se me ocurrió que lo que yo escribía (amén de que pudiera ser realismo, distopía, ciberpunk, feminismo, temática LGTBI+…) era una suerte de «realismo inquietante». Me encantó, como si me acabara de inventar un nuevo género. No siempre lo que escribo es inquietante, pero en general me gusta que lo sea. Lo que tengo claro es que constantemente me muevo por mundos realistas. Claro está que en mis novelas puede haber situaciones inverosímiles, personajes más o menos creíbles, o elementos inventados, pero sin entrar en el terreno de la fantasía. Por eso, a veces me cuesta decir que soy escritora Ci-Fi. Tiendo a incluirme en la distopía y siempre dentro de una perspectiva realista. También dentro del costumbrismo. Y desde hace poco he añadido el ciberpunk.
Pero me gusta eso de «realismo inquietante», porque a veces parece que el género distópico se me escapa un poco, quizá porque no suelo reflejar futuros muy lejanos ni muy tecnólogicos. Por ejemplo, en Neurogénesis traté un futuro distópico que en realidad se está viviendo a día de hoy en otros países, no es nada descabellado ni me he inventado una sociedad inverosímil. Es algo parecido, salvando las distancias, a lo que se relata en El cuento de la criada, de Margaret Atwood, una novela distópica de la que, por cierto, publicaré un post en breve. También esta historia sería una «realidad inquietante».
Si has leído alguna de mis novelas (mejor si han sido todas, claro…), tal vez se te ocurra algún término mejor en el que encasillarme, o creas que sí que estoy dentro de los géneros establecidos, aunque bien es verdad que estos a veces parecen ser demasiado numerosos. Pero este es un tema aparte del que se podría escribir otro artículo.
2 comentarios en «Realismo inquietante»